domingo 05 de septiembre de 2010

Yo soy de donde había un río


Hoy donde estaba ese río hay una calle asfaltada. Ahí en las pozas más sequitas mi abuela lavaba las ollas más tiznadas y mis rodillas. Ella quería que yo fuera más blanca, me parece, pero yo tenía las rodillas curtidas. Así las tengo aún. En fin. Donde hubo ríos en mi pueblo ahora hay canchas o nada. El agua se acaba, se esconde y para colmo la venden y la apresan.

Del agua no sólo viene la vida, sino la infancia, el amor por la tierra, y ese asombro sagrado que produce mirar un nacimiento acuífero en medio de la selva.

Recientemente vi un río que se llama Magdalena, enorme y poderoso, testigo de vida y de muertes, personaje de novela, envenenado por una petrolera transnacional que asesina niños pequeños en pueblos con nombres de santos; río lleno de historias como todos los que han hecho posible la humanidad.

Sin el Eufrates no hubiera existido el medio oriente, ese que en pocos días, ha dicho un resucitado Fidel Castro, estará nuevamente en guerra y con ellos, todas nosotras. A punto de desaparecer por la estupidez hecha hombre militar.

Pero los ríos, ay los ríos, son poesía que moja, risa de niñas, alimento y leyendas, son así, extraordinariamente vitales y hoy en día altamente rentables. Por eso es que como parte de la piñata golpista se ejecutan las concesiones de las riquezas nacionales, particularmente las que tienen que ver con proyectos hidroeléctricos, a lo largo y ancho de la matria. 46 ríos, nada más y nada menos. Según dicen, por bien de la nación aunque deban pagarse precios altísimos por kilovatio, más que en la actualidad; (de siete a once centavos por kv) ganancia extra entendida con claridad cuando la coordinadora de la organización de productores de energía renovable declaró que los diputados están obligados a la aprobación de las concesiones porque ellos les han ayudado a financiar sus campañas. Como dicen las adolescentes: Obvio.

Así de claras las cosas de un lado, del otro está la oposición incansable e histórica de las comunidades de municipios como San Francisco de Opalaca, en Intibucá; y San Juan Pueblo, en Atlántida. En el departamento lenca los COPINES han hecho desde hace muchos años varias consultas y luchas abiertas para que sean las comunidades mismas las que decidan si quieren o no las empresas de producción de energía, asidos a la legalidad del convenio 169 de la OIT y a su certeza de que sin agua no hay vida.

El NO comunitario ha sido rotundo, acompañado de plinguines de machetes airados, tanto así que ha rebotado hasta las paredes del Congreso donde un debate histórico en este país, que suele caracterizarse por no debatir, se ha llevado a cabo.

No hubo acuerdo para la aprobación de las tales concesiones, todavía. Se esgrimieron a nuestro favor argumentos de traición a la patria, entreguismo y corrupción. Se ha detenido la decisión por un tiempo, pero es sólo una tregua para saber quiénes se cansan primero.

Y es que en esta Honduras nos acostamos por las noches así, sin saber cuáles serán las decisiones y las movidas del día siguiente porque el jodido, empobrecido y hastiado pueblo no se deja gobernar y por lo visto anda muy terco en ese asunto.

La movilización indígena y popular para esta histórica lucha se suma a las múltiples que se desgranan como la mazorca del maicito colorido de aquellas tierras intibucanas que da sabor a las tortillas oscuras, como las que seguramente el señor de la sierra y su pueblo también comían en otras épocas, mismas conquistas y parecidas resistencias.

melissa cardoza

tegucigolpe, a 5 de septiembre del 2010