viernes 11 de diciembre de 2009

Ciriboya, víctima inocente

Martes 08 de Diciembre de 2009 21:53
Efrén Delgado Falcón- Diario Tiempo

Para llegar a Ciriboya ―una idílica aldea del municipio más extenso de Colón: Iriona―, es menester dirigirse al noreste desde la ciudad de Tocoa. Se toma la carretera, asfaltada, hacia Trujillo, y se avanza con un siempre verde paisaje de interminables plantaciones de palma africana, y arbustos y árboles tropicales, que acompaña la vista hasta llegar al desvío hacia Bonito Oriental. Una vez en Bonito Oriental, tomando dirección este, el concreto asfáltico brillará por su ausencia, pero el verdor y la exuberancia del Caribe hondureño seguirá intacto; y los vehículos tratarán de arreglárselas para transitar a una velocidad decente por la vía balastada, sin que se les rompa alguna pieza vital. Siguiendo esa ruta, se dejará atrás los desvíos hacia Limón y Santa Rosa de Aguán ―tan flagelados en octubre de 1998 por el Huracán Mitch―.

Las comunidades se suceden una tras otra, conforme se avanza por aquellos hermosos parajes; comunidades a las que sin ningún protocolo se les otorga el calificativo de remotas, y quizá por ello: por remotas, es que conservan esa belleza indómita de la que “sufren” tantos rincones de este riquísimo país. Por desgracia, una vez que se olvida el panorama y se fija la vista en la población, no toma ni dos segundos entender que los pobladores de aquellos lares tienen vedado lo más elemental para arreglárselas con una existencia digna, sin importar cuán humilde ésta pueda ser.

Y ni hablar del bienestar que dice asegurarnos, como hondureños, nuestra Constitución de la República, en su artículo primero. Ahora pregunto: ¿Qué porcentaje de los hondureños carece de la justicia, la libertad, la cultura y del bienestar económico y social para lo cual fue constituido el Estado de Honduras [según el mismo artículo constitucional citado]? ¿Usted no lo sabe? Es un dato muy importante, si se quiere estar consciente de la realidad que nos rodea. Investíguelo. Vale la pena.

Y no crea que su bienestar, y su éxito, lo van a aislar de esa realidad: tarde o temprano, la realidad lo puede golpear por donde menos espere. Nadie está exento, y no se puede vivir eternamente en medio del fango sin untarse. Pues, llegando a Iriona --nombre zambo para “Una Espina”--, después de alrededor de tres horas de des-asfalto, nos enteramos de inmediato que son dominios del pueblo Garífuna --Garinagu--, etnia cuyos ancestros arribaron al Caribe hondureño hace 212 años, siete meses, y quince días --según su tradición--. Ciriboya, está a escasos minutos de Iriona, es una pequeña aldea, que como todos los asentamientos de su tipo, descansa lánguida y pacíficamente en las costas del Mar Caribe [al igual que Iriona], entretejida entre su rica y seductora naturaleza. La playa es hermosa, hermosísima, de arenas claras, y ha abrigado y alimentado a sus huéspedes por cerca de dos siglos, siguiendo el mismo modelo que adoptaron las demás comunidades garífunas diseminadas por la costa norte hondureña.

El abandono en que han sobrevivido esta minoría, y todas las demás, perviviendo esparcidas por todo el país, no es una novedad, pero indudablemente es una realidad cruda. Una realidad que debe pesar como lastre en nuestra conciencia. Una realidad hondureña. Como dato histórico: el primer hospital --con quirófano, laboratorio clínico de diagnóstico, rayos X, ultrasonido, etc.-- que se construyó en una comunidad garífuna, fue edificado en Ciriboya. Y sus servicios hospitalarios, todos, son gratuitos. Es un hospital comunitario, construido con la ayuda de admirables organizaciones de países amigos [Cuba y Estados Unidos], con algunas pequeñas donaciones privadas, y especialmente, con la colaboración entusiasta, esperanzada e incansable de los vecinos de la zona. C

Ciriboya fue escogida por los precursores de esta obra, porque funciona como paso obligado para una enorme cantidad de comunidades del Departamento de Colón y de Gracias a Dios, no hay misterio en ello. John Garamendi [miembro del Congreso estadounidense desde hace apenas veintidós días], en ese momento Vice-Gobernador de California, vino en representación de Arnold Alois Schwarzenneger, titular en la gubernatura de California [estado considerado, por sí solo, como la octava potencia económica mundial] --quien a última hora no pudo realizar el periplo--, para inaugurar el histórico hospital de dos plantas. Desde su inauguración, el 8 de diciembre de 2007, el hospital ha atendido más de 340 mil pacientes, de una manera cariñosa, solidaria y profesional por medio de médicos hondureños --garífunas-- graduados en la ELAM, y por algunos médicos del contingente cubano que tanto beneficio ha dejado en estas tierras urgidas de los más simples cuidados médicos. Dentro de este grupo de galenos, no puedo evitar hablar de Luther. El Dr. Luther Castillo Harry, ha sido el corazón garífuna que ha impulsado el proyecto hospitalario [que se concibió como un proyecto piloto] desde su inicio, y gracias a su energía, determinación y habilidad natural para “hacer” contactos y persuadir, es que el hospital de Ciriboya dejó de ser un sueño. Miles de hondureños pueden atestiguar la ingente necesidad que ha sido paliada con tan maravillosa iniciativa.

Extrañamente, el día 6 de octubre, el hospital fue asaltado violentamente por uniformados, que representando al régimen de facto, alegaban buscar drogas y/o armas. Si bien Luther ha condenado y denunciado el golpe de Estado, nacional e internacionalmente, como miembro activo de La Resistencia, y aparentemente, los médicos hondureños graduados en Cuba ―solidarios, excelentes profesionales, y que no están dispuestos a intercambiar el bienestar del prójimo por monedas de oro―, representan de alguna manera una amenaza para el generalmente mediocre y pistero gremio médico hondureño ―huérfano de lo que debería ser imprescindible para ser médico: conciencia social―, como también para los empresarios sin escrúpulos que trafican con la salud, ello no puede justificar, de ninguna manera, que se actúe contra un proyecto que representa una esperanza para el futuro de muchas comunidades abandonadas a su propio olvido en recónditos rincones del país; y que ha dado a una sencilla y pobre comunidad del interior algo inédito: acceso a médicos comprometidos, y a instalaciones apropiadas para ejercer la medicina, de manera totalmente gratuita. Casi una utopía en nuestro país.

El Hospital de Ciriboya, y todo lo que conlleva, como proyecto piloto, es una obra que parece estar mucho más allá del alcance, no intelectual, sino humano, del actual Ministro de facto en el ramo de la salud. Quién asistió, como presidente del Colegio Médico, a la inauguración de la segunda etapa del hospital en agosto de 2008 ―acompañando al presidente Manuel Zelaya Rosales, y a la doctora Elsa Palou, titular de Salud en ese entonces―. Me refiero a mi compañero de colegio, Mario Noé Villafranca, que fue formado en un nicho educativo, que pese a su naturaleza, falló en desarrollar en nosotros una verdadera solidaridad humana y una conciencia social consecuente con la vida de un verdadero cristiano, y quizás una de nuestras maldiciones consistió en que fue Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, máximo rector del catolicismo hondureño, y supuesto salesiano ―que se manifiesta en vida como miembro de la secta fundamentalista-elitista y excluyente del Opus Dei―, el que nos entregó el título de bachilleres al egresar de tan amada institución. En tanto, balanceando nuestra suerte, el Arzobispo de Copán, mi querido Luis Alfonso Santos V., era el Director y lúcido mentor del Instituto Salesiano San Miguel, en tiempos en que Mario Noé y yo estudiamos en esa institución. Tío Luis, como solíamos llamarle, nos ha dado ejemplo de vida con su entrega a las causas de los más necesitados, y sobra subrayar las inconcebibles diferencias que se marcan entre dos representantes de la misma iglesia.

Hoy, don Mario Noé, respetado profesional, dejó al hospital en el limbo, al sacarlo del Convenio que se había suscrito con el gobierno central, bajo los parámetros de otro Convenio, el No. 169 de la Organización Internacional del Trabajo, suscrito con todas las de la ley por Honduras. De ahí, el insuficiente salario para tres médicos, que enviaba el Estado antes del mes de julio de este año, y que se repartía entre nueve médicos y cinco enfermeras ―en un verdadero gesto de solidaridad humana―, ha sido sacado del presupuesto de la Secretaría de Salud, por razones que para mí resultan absolutamente inentendibles. Cómo se puede justificar semejante atentado contra miles de hijos desamparados de este país. Cuál es la lógica golpista detrás de acciones tan reñidas con necesidades tan fundamentales para el pueblo hondureño. Honestamente, después de todo lo que hemos observado en estos cinco meses, no debería haber razones para asombrarse. Creo que asoman años muy duros, y vendrán muchas preguntas que no encontrarán respuestas.

Pero la esperanza está intacta, mientras verdaderos hondureños, como todas las personas que llevaron del sueño a la materialización el Hospital Comunitario Popular de Ciriboya, estén dispuestos a cambiar la tristísima e indignante historia de nuestra tierra. «Luagu hatuadi waduheñu». Amén.

Efrén Delgado Falcón
Nov. 26, MMIX