Dick Emanuelsson* | 3 de agosto de 2009
El golpe de estado el 28 de junio sacudió al mundo y especialmente a Latinoamérica y el Caribe. Fue el primero golpe de estado para la administración de Obama, que condenó el golpe y lo caracterizó como golpe de estado, hecho inédito mirando la historia de la Casa Blanca.
Ha pasado un mes y el régimen de facto todavía está en la Casa Presidencial en Tegucigalpa mientras el destituido presidente Manuel Zelaya Rosales se encuentra en este momento en la región norte de Nicaragua con unos tres mil refugiados políticos. Ha hecho varios intentos de regresar a su país, pero sin recibir garantías de los golpistas.
La situación es explosiva. Hasta ahora la táctica de Zelaya y el Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado de insistir en una lucha pacífica tiende de agotarse. Sin embargo no es Zelaya y el Frente que decide que tipo o forma de lucha se usará para derrotar al régimen golpista sino ese mismo. Ahora se escucha muchas voces que propone que la solución sea armada.
Mientras los países vecinos de Honduras como El Salvador, Nicaragua y Guatemala se encontraban en guerras civiles muy sangrientas en la década 1970-1980, Honduras vivía bajo la bota civil-militar pero sin la guerra. Ahora parece que la historia podría ser al revés.
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