Centenares de niños marcharon este día en la comunidad de Guadalupe Carney demandando, no mas militarización en su comunidad, los infantes se enfrentaron a los fusiles de grueso calibre que los rodea desde un año atrás.
Guadalupe Carney. Trujillo Colón.16/12/10”. Si no hay paz para los niños, no habrá paz, para los ricos, exigimos justicia para la muerte de nuestros padres que murieron en "Tumbador" fueron algunas de las consignas que gritaron esta mañana los niños de la insigne comunidad de Guadalupe Carney, los infantes con mucha valentía se enfrentaron frente a frente con los policías.
Los militares que están apostados en el centro de la aldea desde hace un año, son de algunas maneras culpables del nerviosismo que padecen varios infantes según lo expresado por los pobladores de la costeña comunidad.
Pero en la Guadalupe también hay niños que nacieron para lideres como el caso de Elvin Manuel Morales que gritaba consignas hasta el punto que las cuerdas bocales se brotaran y sin temor alguno enfrentaba a los uniformados “los niños no queremos ver armas, sino que deseamos la paz”.
Y es que no es para menos a Morales le mataron a su padre en la finca “Tumbador” y su hermano está preso por defender las tierras para sustentar la necesidades de los pequeños, en la mirada del menor se percibe la impotencia de ser niño y no contar con justicia que favorezca a los pobres, sino a los poderosos que violan la leyes agrarias cuando les da la gana.
La movilización inicio en el centro de Carney precisamente donde está la carpa de campaña que mantiene tensa la aldea hasta concluir en la carretera que de Tocoa conduce a Trujillo donde estuvo tomada por los adultos hasta la madrugada de ayer.
La paralización de la carrera de infantes duro unos minutos obstaculizando el tráfico que produjo embeleso especialmente en las personas que se trasladaban en buses que con prontitud sacaron sus cámaras y celulares para captar el suceso.
Muchos de los niños protestantes son los que viven en los refugios que los abriga desde que fueron desalojados junto a sus padres de los asentamientos Panamá, paso Aguán donde sus ojos fueron testigos de la humillación que sufrieron sus progenitores por la defensa de un pedazo de tierra que según las leyes hondureñas les pertenecen a los campeños.
Después de la marcha los niños fueron recibidos en el comedor colectivo de la aldea en la casa de doña Alma, donde los recibieron con una horchata helada para saciar la sed, y una baleada, para calmar el hambre que tenían los infantes.